MAS HISTORIAS

Tuesday, September 27, 2011

Bogotá: la ciudad sin estaciones


POR DOMINGO PEÑA NINA*
Ciudad de Bogotá


Cuando una persona precavida va a viajar a una ciudad desconocida procura enterarse de algunos detalles de la misma. Entre estos se encuentra el clima, su altura, el cambio de su moneda, tanto oficial como real; su población, los lugares de importancia a visitar, algunos detalles de su historia, su nivel de seguridad, etc


A Bogotá se suele llegar con algunos temores por las muchas cosas negativas que, en general, se hablan de Colombia, de las que, obviamente, no se le excluye a Bogotá, como capital de aquel país. Pero esa mala fama se va evaporando desde que se observa la limpieza de la ciudad y la forma de ser de su gente.

Algo que es invariable, independientemente del mes del año en que uno la visite, es el clima, con lluvias frecuentes y frío tolerable durante el día, que se acentúa durante la noche y la madrugada.  Bogotá es una ciudad sin estaciones. Pero es una de las ciudades más bellas de América, y ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad.
A pesar de la particularidad de su clima, que resulta una tortura para friolentos y reumáticos, en Bogotá y sus alrededores hay muchas cosas interesantes que conocer y admirar. Las modernas edificaciones y avenidas contrastan con los templos y casonas coloniales. Es sobre todo admirable, ver los lugares históricos y museos llenos de niños que son llevados a los mismos  como parte obligada de su plan de estudios, para recibir instrucción detallada de los hechos históricos de su país. Está establecido que al sitio donde son llevados se convierte en una extensión de la escuela y las horas que permanecen allí son horas de clases, por lo que el comportamiento de los niños debe ser el mismo que cuando están en el aula escolar.
Para conocer hay muchos lugares. Sus numerosos y reconocidos museos, bibliotecas, teatros y galerías de arte son escenarios ideales para disfrutar de excelentes eventos culturales. Nunca debe faltar la visita al Museo del oro, que por sí solo exige más de un día para apreciar con detenimiento las muchas piezas que pueblan todas sus salas; el mercado de artesanías ubicado enfrente, al otro lado de la acera; la Casa Museo Quinta de Bolívar,   donde el Libertador vivió algunos de sus últimos años (1826-1830), en compañía de su querida Manuelita Sáenz de Thorne; el Cerro de Monserrate, al que se sube en teleférico o funicular, y desde donde se tiene una maravillosa vista de toda la ciudad, y donde muchos creyentes llegan a cumplir penitencias. Está ubicado a 3,152 metros sobre el nivel del mar. Constituye un lugar de peregrinación religiosa desde la época colonial y miles lo visitan diariamente como un atractivo natural, religioso, gastronómico y mirador de la ciudad; el Palacio de Gobierno, donde reside el Presidente de la República; a un lado, la Catedral, majestuosa y serena,  y frente a ella, la Plaza de Bolívar, con sus miles de palomas jugueteando sobre las cabezas y brazos de los que compran ahí mismo un poco de maíz para alimentarlas.
Y en cuanto a restaurantes, en el poblado de Chía, a unos kilómetros de Bogotá, existe un lugar muy divertido y pintoresco que no  se puede prescindir de visitar. Se trata de “Andrés, carne de res”. Sin lugar a dudas, quizás sea este el restaurante temático más pintoresco de aquel país, en el cual, incluso, por momentos, la algarabía y la pasarela quizá no permiten disfrutar a gusto del convite servido en la mesa, pero al parecer, de eso se trata y precisamente en eso reside su esencia. Además de unas carnes a la brasa espectaculares, como complemento de todo plato, se ofertan allí canastillas con fresas y otras frutas frías, que son constantemente reemplazadas por otras llenas desde que se les vacía.
Y una visita que no debe dejar de hacerse es a la Catedral de Sal, considerada la primera maravilla de Colombia. La Catedral de Sal se encuentra en la Ciudad de Zipaquirá, población del Departamento de Cundinamarca, a 49 kilómetros al norte del Distrito Capital de Bogotá y a una altitud de 2.652 metros. Este símbolo nacional obliga a sobrecogerse a todo visitante cuando llega a su nave central, a 180 metros de profundidad y aprecia las  cuatro inmensas y majestuosas columnas cilíndricas, que simbolizan los cuatro evangelistas, atravesadas por una grieta que simboliza la natividad y descendimiento de Cristo; y la cruz de 16 metros de altura, abierta en la roca de sal. Pero antes, se ha tenido oportunidad de cruzar la puerta de ingreso que conduce al túnel, a lo largo del cual se encuentran las estaciones del Viacrucis (Vía al Calvario), que consisten en pequeños altares tallados en roca de sal con las que se procura la escenificación de la ruta del calvario con su extensión precisa y el señalamiento del lugar en que acontecieron sucesos trascendentes, como el inicio de la carga de la cruz, las caídas de Jesús, el encuentro con su madre, el punto de auxilio de Simón, el Cireneo, a quien obligaron a cargar con la cruz de Jesús; el lugar de despojo de la túnica al condenado y el lugar de la crucifixión.            
En fin, a pesar de no tener estaciones, Bogotá es una ciudad maravillosa que tiene mucho que enseñar y posee lugares valiosos que admirar. Por todo eso es válida la advertencia que hacen a todo visitante: “El riesgo es que te quieras quedar”.
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El Diario de Santo Domingo | Santo Domingo, Distrito Nacional, República Dominicana | 2010